Leo con interés uno de los últimos posts del drcasado. Reflexiona sobre la preocupación de los médicos de atención primaria en Madrid a la hora de poder llevar a cabo con eficacia y excelencia su labor asistencial diaria. No entro a valorar si su análisis es compartido por la generalidad de los profesionales sanitarios del primer escalón asistencial. Pero si me llama la atención, sobre los ocho puntos que destaca como el origen de todas las dificultades, el que el autor reconoce como más importante: cada vez hay más profesionales quemados y sin ilusión.

En un texto de poco más de 20 líneas se habla de agobio, falta de sentido, sobrecarga, ausencia de capacidad de escucha, queme, desilusión…

Y es que el entorno que nos está tocando vivir a todos, no sólo el del ecosistema sanitario, es complicado y duro. Eso no quiere decir que no podamos gestionar ese entorno de la mejor forma posible para seguir desarrollando nuestro trabajo de una forma digna y eficaz. Eso sí, primero tenemos que querer y luego aprender a hacerlo. Y se puede aprender a gestionar el cabreo y el queme que provoca lo que entendemos como una mala dirección. Y debe hacerse, especialmente si no hacerlo puede redundar directamente sobre algo tan preciado como es la salud de las personas. Si es el caso, se debe seguir en la denuncia y en la pelea para que la gestión sanitaria facilite la excelencia asistencial, pero hasta entonces que los médicos no tiren la toalla. Los médicos deben aprender a gestionar su queme, y los gestores replantearse su liderazgo. Les aseguro que puede hacerse. Sólo hace falta voluntad y aprender a hacerlo. Las personas se lo agradecerán.

Esteban Bravo