Solemos aprender más de los errores que de los aciertos. La rueda de prensa que convocó el Ministerio de Sanidad el 6 de octubre para dar cuenta del primer contagio de ébola en Europa se diseñó con una estrategia inadecuada y en ella, además, se cometieron varios fallos de bulto. Parte del resultado fue que los medios acabaron dando excesiva importancia al hecho; otra consecuencia fue la desmedida atención internacional y las sospechas acerca de la solvencia de nuestro sistema sanitario; pero lo peor fue que nadie se quedó tranquilo: ni quienes dieron la rueda de prensa, ni los periodistas ni la opinión pública. Veamos por qué (los paréntesis indican el código de tiempo en el vídeo).
1.       Si quiere tranquilizar haga una puesta en escena discreta. No organice una rueda de prensa con siete oradores. Son tantos que, de hecho en esta ocasión, tres de ellos acabaron siendo convidados de piedra: no llegaron a intervenir ni una sola vez. Por supuesto que uno se siente más seguro rodeado de colaboradores políticos, gestores sanitarios y especialistas en salud pública, pero cuantas más personas sitúe ante los micrófonos más claro resultará para los periodistas el mensaje: “esto tiene mucha importancia para mí”. Como usted sea ministro, es seguro que a lo que diga con semejante despliegue se le va a dar muchísima notoriedad. Por cierto, puestos a determinar quién debe comparecer en la rueda de prensa, piénselo detenidamente no sea que, como en este caso, parezca que se ha ninguneado al consejero, máxima autoridad sanitaria de la Comunidad Autónoma.
2.       No se es más transparente por insistir en las cosas obvias  con contundencia. Está bien dejar las cosas claras pero sin pasarse con afirmaciones excesivamente rotundas, sobre todo si nadie le ha preguntado expresamente al respecto. Demasiada insistencia en lo que debería ser algo obvio suele producir un efecto boomerang y despertar sospechas. Así, cuando la ministra dice “tengan ustedes la certeza de que se están tomando todas y cada una de las medidas necesarias…” (1.33) inmediatamente muchos se preguntan: “¿Y entonces por qué se ha contagiado esta persona?”. Si aunque nadie le pregunta, la ministra sentencia: “tengan la seguridad de que vamos a poner todos los medios necesarios…” (1.59), la gente pensará: “solo faltaba, pero si lo dice ¿no será porque no los han puesto?”.
3.       Excusatio non petita accusatio manifesta: al facilitar información no se exculpe. La ministra explica que “ha habido absoluta coordinación” (2.20) y que “se han seguido todas las recomendaciones de la OMS” (2.31). El simple hecho de subrayar lo que no debería ser noticia convierte estas declaraciones en noticia. En la misma línea de exculpaciones no solicitadas, está toda la primera intervención de la directora general en la que explica lo que al ser algo natural debería enunciarse también con naturalidad: que “se han cumplido los protocolos y que ha habido coordinación con las comunidades Autónomas y puesto en marcha todas las medidas de salud pública” (3.45). Pero se dice con evidente nerviosismo… El Dr. Alemany, que interviene en tercer lugar, vuelve a reiterar que “se han cumplido los protocolos” (4.45)  aunque reconoce que “se está investigando el mecanismo de infección” (5.12 y 20.48). ¿Cómo puede estarse tan seguro de lo primero si no se sabe lo segundo? La sensación es que la rueda de prensa está planteada no tanto para dar información como para justificarse. Después de escuchar todo ello en una puesta en escena tan solemne, la opinión pública probablemente se pone en guardia cuando escucha a la ministra decir que quiere “trasladar un mensaje de tranquilidad a todos los ciudadanos de nuestro país” (2.54).
4.       Adelántese a las preguntas espinosas y reparta roles entre los ponentes. Ante la primera pregunta de los periodistas –por lo demás muy previsible, si la paciente ha podido contagiar a alguien (9.50)– la ministra duda porque no sabe a quién pasar la palabra (9.57). Cuando un periodista dirige expresamente la pregunta a la ministra sobre posibles dimisiones, ésta no debería hacerse la sueca (15.00) porque –como sucede– el periodista repreguntará (16.55). Y en ese caso, tampoco es buena técnica la del disco rayado de “estamos trabajando para atender lo mejor posible al paciente y evitar cualquier tipo de riesgo para la población” (17.05). Por lo demás sería bueno haber previsto una explicación convincente sobre  el hecho de que la auxiliar se fuera de vacaciones al día siguiente de la muerte de un paciente con ébola; otra pregunta, por cierto, muy previsible (13.08).
5.       Haga que sus gestos y tonos de voz sean coherentes con sus palabras. No se puede tranquilizar a la población si gestualmente se manifiesta nerviosismo. Balbuceos, movimientos precipitados de papeles, movimientos no controlados en la silla, miradas bajas o perdidas, lectura sistemática, ausencia de sonrisas, manos bajo la mesa, ministra que abre la rueda de prensa haciendo de maestra de ceremonias y que no se le ocurre cerrarla (20.53)… Nada de esto contribuye a hacer más creíble el mensaje verbal. Porque gestos y tonos deben mantener coherencia con las palabras; y cuando esto no sucede, la gente cree a lo que se manifiesta por medio de la comunicación no verbal.
 
Los errores que se evidencian en esta rueda de prensa me parecen valiosos avisos para aquellos navegantes que se lancen a comparecer ante los periodistas: estrategias definidas y claras, mensajes pensados y ensayados y una puesta en escena natural resultan elementos indispensables. Adiestramiento previo, en definitiva, porque los errores de comunicación, como se ha visto, se pagan carísimos.
Arturo Merayo