El otro día, y después de varias semanas de expectación, por fin estrenaron ‘Eva’, y fui a verla. Un film que, según algunos avances que pude leer, trataba de la inteligencia emocional en las máquinas, concretamente en robots.

Es cierto que hay guionistas agoreros respecto a nuestro futuro, plasmándolo completamente desolador y controlado por objetos aparentemente con alma y que terminan siendo nocivos para el ser humano porque se tornan malvados. En esta película, e independientemente de que me pudiera gustase más o menos, yo, personal y afortunadamente no encontré lo que temía encontrar: que una máquina puede ser inteligente emocionalmente. Sin ánimo de destripar aquí el argumento, expondré sólo las reflexiones que me han asaltado después del visionado y la conclusión a la que he llegado.

Saltándome cualquier digresión posible acerca de si llegará o no el día en que las máquinas estén humanizadas o controlen el mundo, asumo que visto lo visto, y no sólo en el cine, ese día llegará. Pero creo que no será tan catastrófico como algunos se empeñan en vaticinar, siempre y cuando…, y aquí es donde encuentro la clave, los creadores de dichas máquinas hayan sabido desarrollar y cultivar su inteligencia emocional (IE). Porque las máquinas serán como los perros, que saldrán a imagen y semejanza de sus amos.

Justo en este punto del post, abro mi Twitter y encuentro la siguiente noticia ‘tuiteada’ por El País: Los robots maliciosos ganan habilidad para asaltar webs ¡¿!Se me cae toda mi argumentación!?! En absoluto, viene a refrendarla. El ser humano tiene que seguir trabajando en esa IE, definida por Goleman como la suma de Autoconciencia, Control emocional, Motivación, Empatía y Manejo de las relaciones. Pero no sólo en prevención de una futurible invasión de las máquinas, sino por una cuestión de supervivencia, bienestar y autoestima.

Desde mi punto de vista, ahora existen más facilidades que nunca para desarrollar nuestra inteligencia emocional porque está de moda y porque, ante esta marea de incertidumbre, todo el mundo apuesta por un rayo de optimismo, cultivando su interior, aprendiendo a afrontar los problemas y aportando su tranquilidad a la del grupo que le rodea para dulcificar la situación. Está de moda, por fin, y eso es una suerte, porque las técnicas, reflexiones y ambiciones que antes sólo desarrollaba una minoría descalificada porque iba a un psicólogo, ahora están calando en la sociedad y eso es positivo.

Pensar lo contrario sería Tontería Emocional y de eso hay sobre oferta. Equilibremos la balanza y dejemos que las máquinas sigan siendo máquinas, que mentes pensantes y emocionantes ya hay 7.000 millones en el mundo.

Elena Capel