Ayer me decía el máximo responsable de una asociación que le costaba mucho aparecer en los medios. Sabe que es necesario, pero dice que se pone nervioso y que tiene miedo de quedarse en blanco y a responder al periodista con balbuceos que le harán sentirse en ridículo. Admira a colegas suyos que se plantan en una radio o en una televisión con soltura y naturalidad, dicen las cosas bien dichas, convencen, influyen y encima la gente les valora. Mi amigo se siente incapaz. Le pregunté entonces si había recibido alguna vez algún curso de formación de portavoces. No, fue su extrañada respuesta. ¿Cómo quieres que no te de miedo, Juan, cómo vas a hacerlo bien, si nadie te ha enseñado? Pensando en él y en otros como él escribo este post.

La buena comunicación es algo estratégico que hace que las cosas cambien… Cambia la opinión de los demás, la forma en la que usted y su tarea son percibidos: en definitiva, su imagen pública y la de su organización.
La comunicación a través de los medios es una herramienta fundamental para darse a conocer personal o corporativamente –para lograr notoriedad y presencia social– y para alcanzar y reforzar el prestigio.
¿Por qué estar presentes en los medios de comunicación?
1.   Porque hay que obtener notoriedad ante la opinión pública: lo que no está en los medios no existe
2.   Porque la gente necesita conocer sus servicios, sus propuestas, sus productos, su conocimiento…
3.   Porque para destacar hay que ser proactivo: lo que usted no diga probablemente otro lo va a decir, pero de otra manera (y probablemente a usted le guste bastante menos)
4.   Porque su imagen debe traspasar los límites de su organización: es necesario proyectarla adecuada y coherente también fuera, de modo que puede ser reconocida y valorada por el público en general.
Sin embargo, muchas empresas y profesionales tienen miedo a comunicar:
1. Por inseguridad personal: la falta de formación y adiestramiento hace que la relación con los medios se contemple como algo muy difícil y hasta desagradable: “un mal trago que si puedo evito”.
2. Por miedo a las consecuencias: “¿Qué dirán de mí después de verme?”, “¿Qué dirá mi jefe?”, “¿Seré capaz de explicar las cosas bien?”, “¿Y si por intentarlo, fracaso?, “¿No será peor el remedio que la enfermedad?
3. Por el recelo de los directivos ante técnicas desconocidas o que consideran peligrosas. “No me fío de los periodistas; siempre te manipulan”, “En la radio es fácil pero un plató de televisión es otra cosa, impone mucho”.
4. Interés por ocultar fallos, limitaciones o carencias: “un portavoz que no aparece no se equivoca”.
5. “Si la información es poder, mejor no la doy ¿no?”.
Entender cómo funcionan los medios, cuál es la lógica de los periodistas, cómo adaptar los mensajes a los distintos medios y a los diferentes formatos, qué técnicas existen para decir las cosas con impacto, qué hacer con los nervios, cómo salir airoso de las entrevistas difíciles, qué estoy haciendo mal y en qué debo mejorar cuando me relaciono con los periodistas son algunas cuestiones esenciales que hay que aprender o sobre las que de vez en cuando es necesario reflexionar.
Porque incluso personas acostumbradas a intervenir en los medios y con buena capacidad de comunicación en ocasiones cometen errores de estrategia con pésimos resultados en términos de imagen pública. Nadie está libre de equivocarse. Lo que pasa es que en comunicación, los errores suelen salir muy caros. El mejor modo de evitarlos es dedicar tiempo a mejorar la formación. Ya lo decía mi madre: nadie nace aprendido.